Molotov regresó a Guadalajara con toda la fuerza de su gira TXXXR 30 Aniversario, dejando claro que, tres décadas después, siguen siendo una banda imposible de ignorar. El 25 de octubre en la Plaza de Toros Nuevo Progreso, miles de asistentes se reunieron

Molotov volvió a Guadalajara con toda la fuerza de su gira TXXXR 30 Aniversario, dejando claro que, tres décadas después, siguen siendo una banda imposible de ignorar. El 25 de octubre en la Plaza de Toros Nuevo Progreso, miles de asistentes se reunieron para revivir esos himnos que marcaron una época.
El concierto inició la noche con la presentación de Kitai, banda madrileña que fue la encargada de abrir el escenario antes de que Molotov saliera a tocar. Con una propuesta enérgica y un sonido que combina rock alternativo, electrónica y actitud punk, lograron ganarse rápidamente la atención del público tapatío. Su vocalista, Alex, no tardó en romper la distancia con la audiencia: saltó al público, gritó, provocó y dejó claro que habían llegado a incendiar el lugar, no solo a calentar motores. Aunque muchos no los conocían, su entrega y potencia hicieron que más de uno terminara coreando los coros y pidiendo otra canción. Fue una apertura intensa y sorpresiva, la antesala perfecta para lo que se venía con Molotov.
Aunque Tito Fuentes no estuvo presente por temas de salud, la llegada de Jay de la Cueva aportó una energía distinta, sin perder la esencia cruda y provocadora que siempre ha definido a Molotov.
Desde el arranque, el ambiente fue una bomba. Pato Machete salió al escenario desde el inicio y acompañó a la banda durante buena parte del show, encendiendo la plaza con su estilo inconfundible. Entre tema y tema, se notaba la complicidad entre ellos, como si el tiempo no hubiera pasado.
Las primeras canciones “Que no te haga bobo Jacobo”, “Amateur”, “Hit Me” marcaron el tono de una noche cargada de energía, protesta y desmadre. La gente respondió con euforia, coreando cada verso, saltando y gritando como si el tiempo se hubiera detenido. Clásicos como “Frijolero”, “Gimme tha Power” y “Puto” retumbaron en el recinto, confirmando que Molotov sigue teniendo el mismo filo, la misma rabia convertida en fiesta.
El público fue un reflejo del paso del tiempo: los de siempre, los “chavorrucos” de espíritu adolescente, mezclados con nuevas generaciones que llegaron a vivir la experiencia por primera vez. Entre gritos, slam, cerveza y humo, se sintió ese tipo de comunión que pocas bandas logran sostener después de tantos años. Y justo cuando el público pensaba que todo había terminado, Pato regresó para cerrar la noche con “¿Comprendes, Mendes?”, dejando el escenario vibrando entre coros y aplausos.
Más que un concierto, fue una celebración del ruido, la irreverencia y la memoria. Molotov no se presenta para complacer, sino para recordarte por qué su música sigue siendo necesaria: porque en su irreverencia sigue latiendo algo que no envejece. Lo de esa noche en Guadalajara no fue solo nostalgia; fue una prueba de que el espíritu de Molotov y del público que los sigue todavía tiene mucho que gritar.