Hay bandas que hacen que un show se sienta como si se estuviera cayendo el techo. Palaye Royale es de esas.
Este 11 de mayo, en el C3 Stage de Guadalajara, los hermanos Remington, Sebastian y Emerson convirtieron un simple escenario en un campo de batalla emocional, una pista de circo distorsionada, y en varios momentos, una fiesta punk.
Desde el primer tema, “Fucking With My Head”, el público ya no estaba “viendo” un show. Estaba metido dentro. Remington se acercó al borde del escenario, lo que vino fue una ola de euforia colectiva.
Pero el momento que reventó el concierto fue cuando Remington, con micrófono en mano, se subió a una lancha inflable y se lanzó al público. Flotó sobre los fans como si fueran mar. No por show, sino porque Remington realmente confía en su gente. Y su gente responde igual: con manos arriba, cuerdas vocales rotas y cero ganas de que se acabe.
Hay algo que distingue a Palaye Royale: no hay muro entre ellos y su audiencia. No hay distancia. No hay poses. Solo un compromiso real con vivir ese momento al máximo, como si mañana ya no hubiera gira.
El cierre con “Mr. Doctor Man” y “Death or Glory” fue brutal. No por lo ruidoso —aunque lo fue—, sino porque cada grito, cada golpe de batería y cada riff sonó como si no se pudiera tocar de nuevo. Como si fuera el último show sobre la Tierra.
Palaye Royale no vino a promocionar un disco. Vino a sudar con su gente, a gritar con ellos, a meterse —literalmente— entre ellos. Y cuando eso pasa, no importa si hay globos, lanchas o fuego: lo que queda es una noche inolvidable.
Fotografías y reseña: Jessica Ximena.
