El pasado 4 de octubre, el ambiente alternativo de Guadalajara se vistió de luces etéreas y emociones contenidas para recibir a Balu Brigada, quienes llegaron desde Nueva Zelanda con un show que desbordó emoción y sutileza, una mezcla exacta de energía pop alternativo y melancolía contenida. Lo que empezó como un concierto terminó sintiéndose como una conversación íntima entre los hermanos Henry y Pierre Beasley y el público tapatío.

El setlist fluyó entre lo nuevo y lo conocido: So Cold, Designer, Moon Man y The Question marcaron momentos de conexión colectiva, donde las luces suaves del C4 parecían respirar al compás de los sintetizadores. Cada tema fue una pequeña historia sobre vínculos, dudas y esa soledad que todos entendemos pero pocos saben decir. Con su álbum Portal recién lanzado, los neozelandeses demostraron que están lejos de ser una promesa; son una banda en plena madurez creativa, con una producción elegante y letras que se sienten cercanas incluso a kilómetros de distancia de su origen.
El público respondió con calidez. Había quienes los conocían desde sus primeros EPs y quienes apenas descubrían su sonido, pero todos compartieron ese instante en que la música logra suspender el tiempo. En los temas más introspectivos, el silencio se volvió parte del ritmo; en los más luminosos, el eco de las voces se mezcló con aplausos y sonrisas.
Más que un show, fue una especie de confesión colectiva. Balu Brigada no buscó deslumbrar con espectáculo, sino envolver con emoción. Entre luces cálidas, risas, y letras que invitan a mirar hacia adentro, el concierto se sintió como una madrugada emocional compartida. Al final, cuando las últimas notas de Designer se apagaron, quedó esa sensación que pocos conciertos logran dejar: la de haber estado en el lugar exacto, con la música justa, en el momento preciso.
Cobertura por Manuel Crail.