La noche del 12 de julio se tiñó de sombras y luces vibrantes en Guadalajara con la llegada de La Bande-Son Imaginaire, el proyecto de darkwave electrónico más querido de México. Desde Oaxaca hasta Europa, y ahora en tierras tapatías, esta agrupación liderada por los hermanos Óscar Tanat y Heri Ángelo Tanat se presentó no como una banda, sino como un conjuro sonoro que convoca al cuerpo, al duelo y a la resistencia.
El escenario no fue solo un espacio físico, sino un umbral entre lo real y lo espectral. Cada tema fue una invocación. Sonaron himnos como Musique d e s a s t r e, Chez toi, Magnétique y su más reciente sencillo Mexican wave, una pieza que tributa a la cultura mexicana con beats que oscilan entre la euforia y la angustia, como si las ruinas del pasado bailaran bajo luces de neón. En cada compás se sintió el eco de la música industrial de los años 70 y el auge del darkwave ochentero, revivido y redicho desde un lenguaje tan actual como necesario.



La noche del 12 de julio cantamos, bailamos, declamamos, gritamos al compás de la muerte que se hace danza, espectro de una conciencia colectiva, más que música para bailar es resistencia que se hace melodía, para las almas que lo puedan interpretar con el cuerpo.
No asistimos a un concierto, sino a una obra viva. Una danza fúnebre que late. Una poética escénica donde la muerte se vuelve cuerpo, y el cuerpo, voz colectiva. Su performance, tan pulido como visceral, fluyó entre la improvisación precisa y la teatralidad como acto de resistencia. Cada gesto, cada movimiento, parecía dictado por una partitura invisible que solo se escucha si se siente con el alma abierta.



La Bande-Son Imaginaire no interpreta canciones: canaliza paisajes internos, memorias fantasmales y pulsiones humanas que trascienden la lógica del género musical. En tiempos donde todo se homogeniza, su propuesta nos recuerda que la originalidad aún existe. Que lo extinto puede reencarnarse. Que hay sonidos que no se bailan: se descifran, se encarnan. Y que hay noches, como esta, donde la música deja de ser fondo para volverse protagonista de una ceremonia que no se olvida.
Redacción y fotografía por: Katya Ramírez