El pasado martes 25 de noviembre, Apocalyptica tomó el escenario del Auditorio Telmex con una propuesta tan potente como particular: reinterpretar clásicos de Metallica desde el lenguaje de los chelos. La noche abrió con una atmósfera oscura y solemne, elevando la tensión con “The Ecstasy of Gold”, para después estallar con “Ride the Lightning”. Desde ese primer golpe sonoro, el público respondió de inmediato: de pie, grabando, gritando, dejándose envolver por la mezcla entre potencia metalera y elegancia instrumental.

A partir de ahí, la banda desplegó un recorrido minucioso por los temas más significativos del catálogo de Metallica: “Enter Sandman”, “For Whom the Bell Tolls”, “The Call of Ktulu”, “St. Anger” y varios más. Lo que destacó no fue solo la selección del repertorio, sino la reinterpretación misma: chelos distorsionados que rugían como guitarras, batería que consolidaba la fuerza, y una puesta en
escena que equilibró la nostalgia con un sonido renovado. El cierre con “Master of Puppets”, “Seek & Destroy”, “Blackened” y “One” dejó al auditorio vibrando.
En lo emocional, el concierto funcionó como un espacio de catarsis colectiva. La reinterpretación sinfónica le dio a estas canciones (originalmente agresivas y cargadas de energía cruda) una nueva profundidad, permitiendo que nostalgia y fuerza convivieran en una misma experiencia. El público no solo escuchó música: pareció reconocerse en ella, como si al oír viejos riffs envueltos en
cuerdas se activaran memorias, afectos y deseos que usualmente quedan ocultos en la rutina.
La propuesta de Apocalyptica operó como una suerte de traducción emocional: convertir la rabia y el peso del metal en una vibración más introspectiva, casi melancólica, sin perder intensidad. Fue una noche donde la música no solo sonó: Resonó.
Por Miguel Crail.