La Concha Acústica retumbó como pocas veces. Apenas se apagaron las luces y Disidente salió al escenario, el público respondió con un grito que parecía resumir un cuarto de siglo: más rock, más ruido, más vida. Sin introducciones innecesarias, arrancaron con una descarga que dejó claro que este aniversario no era homenaje, sino un golpe directo al pecho.

Las primeras canciones encendieron el slam frente al escenario, un círculo que crecía conforme llegaban temas clásicos como “Monitor” y “Ausente”. Los coros no se cantaron: se gritaron. No hubo poses ni discursos largos; solo pausas cortas para tomar aire y soltar otra ráfaga. Cada riff sonaba como si lo hubieran guardado 25 años solo para tronar aquí.


El momento más íntimo llegó con un pequeño set acústico. La banda bajó revoluciones, el público bajó la guardia y, por un rato, el rock pesado se convirtió en un recuerdo cálido entre luces amarillas y celulares al aire. Fue breve, lo justo para respirar antes de regresar a la tormenta.


Los invitados fueron la chispa extra. Miembros de Thermo, No Tiene La Vaca y Ray Coyote se sumaron en canciones clave, desatando una celebración compartida, como si todo Guadalajara hubiera decidido subirse al escenario a una sola voz. Era imposible no sentir que aquello era más que un show.


El cierre llegó con la misma rabia con la que empezó. “Escala de Violencia” explotó en el aire, el público se empujó con cariño brutal y la noche terminó sin adorno: sin fuegos artificiales, sin despedidas eternas, solo un último acorde seco y un agradecimiento sincero. Disidente apagó sus instrumentos mientras la gente seguía gritando su nombre.

Al final, nadie salió igual. Más que nostalgia, la banda demostró que 25 años no pesan: suenan. Y anoche sonaron como si apenas estuvieran empezando.
Por: De Oficios Varios.



