El concierto de Julius Rodríguez en el Conjunto Santander la noche del 20 de noviembre dejó claro por qué su nombre ha tomado tanta fuerza dentro del jazz contemporáneo. Más que un recital, fue una muestra de cómo la nueva generación del género entiende el pasado, lo honra y lo transforma en algo propio, actual y profundamente conectado con la historia urbana del jazz.

Desde que Julius tomó asiento frente al piano, el público pudo percibir esa mezcla de tradición y modernidad que caracteriza su estilo. Formado desde niño en los clubes de Nueva York, expuesto a grabaciones de Monk, Ellington y Coltrane, y más tarde moldeado por el rigor académico de instituciones como la Manhattan School of Music y Juilliard, Julius toca con la seguridad de alguien que conoce la raíz del género, pero también con la libertad de quien nunca ha tenido miedo de romper moldes. Esa dualidad se sintió en cada pieza: armonías de clara herencia clásica del jazz, envueltas en grooves que recordaban al soul contemporáneo y al pulso urbano que ha marcado su carrera.

El público de Guadalajara recibió esa propuesta con atención absoluta. Hubo silencios que no eran frialdad, sino respeto; y hubo estallidos de aplausos que dejaron ver el reconocimiento a un músico que no solo domina su instrumento, sino que entiende la responsabilidad de pertenecer a una tradición centenaria que nació en las ciudades, en la experiencia comunitaria, en la improvisación como acto de identidad.