La noche del 21 de agosto, el C3 Stage se convirtió en un verdadero campo de batalla sonoro. Los guerreros del war metal, Blasphemy, pisaron por primera vez tierras tapatías y dejaron una marca indeleble en la escena local.

Desde que se abrieron las puertas a las 19:00 h, la horda metálica comenzó a tomar el recinto: chamarras de cuero, parches blasfemos y una vibra oscura que anticipaba la tormenta que estaba por desatarse. Cuando el reloj marcó las 22:00 h, los canadienses subieron al escenario y desataron un ritual sonoro cargado de caos, blasfemia y poder.

El set fue una metralla directa a la yugular: riffs filosos, baterías a velocidad de guerra y esas voces cavernosas que retumbaban como si vinieran desde el mismo abismo. No hubo ornamentos ni adornos: Blasphemy ofreció lo que mejor saben hacer, un ataque frontal y sin concesiones.

El público respondió como una auténtica legión: moshpits incendiados, cuernos en alto y gargantas desgañitadas acompañando cada blasfemia. El C3 Stage vibró como pocas veces, demostrando por qué es la catedral del metal extremo en Guadalajara.

Más que un concierto, fue una ceremonia de devastación, un recordatorio de que el metal sigue vivo en su forma más cruda y salvaje. Blasphemy cumplió y destruyó: quienes estuvieron ahí saben que fueron testigos de una noche que quedará tatuada en la memoria de la escena tapatía.

Reseña y fotografías: De Oficios Varios.